1 nov 2007

La personificación de la naturaleza por parte de la gente de campo.


Por Alejandro Arzate Galván.


Actualmente, cualquier persona que resida en una ciudad más o menos poblada y que ésta cuente con todos los servicios (llámese agua, luz, drenaje, teléfono, etcétera) no podrá aceptar la afirmación que hace la gente de campo sobre la personificación hacia los elementos climáticos y naturales (lluvia, calor, viento, animales, entre muchos otros).
En el cuento “Viento”, de Heraclio Zepeda, la personificación de los elementos naturales se encuentra presente en todo momento. Ejemplos claros son: cuando Matías (personaje principal del texto) se pasa llamando al viento del sur para que se “lleve” la lluvia que está cayendo en la región donde vive. Otro caso es cuando el mismo Matías, al cazar la serpiente nauyaca y entrar con ella en el pueblo colgada al cuello, le da el carácter de “hermana” o de “hijita”.
¿A qué podemos deber este tipo de cuestiones? ¿Cuál será el factor que predomine entre los pobladores de provincia para caracterizar de esta forma a la naturaleza y sus componentes?
Tratando de contestar estas incógnitas, y sin dejar de lado el cuento “Viento”, bastaría observar muy detenidamente la fuerza que la misma naturaleza imprime cuando ésta se hace presente en cualquier región. Sabemos de manera perfecta que un fenómeno meteorológico no cuenta con vida “propia”, se desarrollan gracias a los factores que se conjugan (presión atmosférica, temperatura ambiente, etcétera). Pero, para un campesino que desconoce de estas cuestiones científicas, el impacto causado por un fenómeno de este tipo lo lleva a crear sus propias explicaciones. Así lo dice Matías, al responder como se forma el viento del Sur: “Calláte, vos burro (…) Ese que sopla es el Sur; ¡cómo no voy a saber! Es el Sur que nace en la boca del culebra madre (…) Ese que toma viento desde tierra caliente, desde Cinco Cerros, desde Tónala, desde el mar…”
Obviamente, para un individuo que ha nacido en la ciudad, esta explicación no es lo más coherente o creíble, pero para un hombre de campo ésta es la verdad. Incluso, puede llegar a afirmar que es la única verdad existente.
Resumiendo, la personificación de los elementos naturales por parte de los hombres y mujeres que viven en el campo, se debe muy generalmente al impacto que éstos les causan en sus vidas, cosa que en la ciudad no tomamos en cuenta. No quiere decir que sea incorrecto o malo, por el contrario, este tipo de conexión existente entre los hombres de campo y la naturaleza que los rodea, ayuda a mantener respeto hacia la misma y guardar el equilibrio, un equilibrio que la ciudad ya ha perdido con ella, la Madre Naturaleza.

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