en la turbia noche
y he aparecido
sin un leve escote.
No me pertenece
ni el mar, ni el cielo,
quien no desconoce
lo que guarda dentro.
Un leve cariño
abraza mi nombre
y esto corresponde
a tu fíel consuelo.
Ciertos diablos pintan
el cuerpo que quieren;
y se mortifican
sin saber que tienen.
Sabios y curiosos
siempre me analizan
fénomeno que explica
lo que ya conocen.
Un cofre abierto
guarda tantas pistas,
como el mismo libro
que ya nadie lee.
Desde tu observatorio
y bajo la lupa
viaja este cosmos
de la luna antigua.
Helena Morín
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